Cuestión de calidad

Cuestión de Calidad

En el tardocapitalismo de finales del siglo XX, se expandió la implantación de Sistemas de Aseguramiento de la Calidad.

Tras la eclosión productivista de los años sesenta, derivada de las carencias de postguerra, el Sistema de Producción Industrial entró en crisis. Primero la contestación hippie. Luego las crisis del petróleo, la contrapropuesta yuppie, los fáciles negocios florecientes de los corruptos, el endiosameinto de los admin de los servicios online…

Como bien pudo demostrar José Luis Sampedro, el sistema capitalista, basado en el beneficio como único motor económico, no podía más que bandear (entre bandas, bandos, banderas y bandidos) rebotando de crisis en crisis.

Imitando al Corte Inglés, visto el éxito de las Rebajas, todo el Sistema de Producción Industrial se había lanzado a una loca carrera de Producción Rebajada, con lo que el Estado del Bienestar estuvo a punto de dar al traste con sus huesos en el polvo. No se podía soportar. Cuando ibas a desayunar te ofrecían churros rebajados por la crisis de la oliva que le hacía al churrero sobreproducir para agotar las existencias del aceite de semillas. Insoportable.

A eso se debió la buena acogida de los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad. La gente empezó a preferir pagar más con garantía y las rebajas remitieron.

Los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad tardaron más en implantarse en los sectores, lógicamente, que menos lo necesitaban. El sector de las Artes Gráficas era un sector que, acostumbrado desde el siglo anterior a un permanente control de calidad en todas sus fases: corrección de textos, de formas, de planchas, de galeradas, de fotolitos, de la obra en rama y de la encuadernación, tardó en actualizar estos controles a la metodología moderna.

Quizá debido a tanto control originario, era un sector en el que el pensamiento anarquista siempre estuvo presente.

El principal obstáculo con que se tuvo que enfrentar la implantación de los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad fue lo que se conoció más adelante como «suspicacia del operario«. ¿No serían, los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad, una nueva forma de control y «optimización» (palabra que tanto gustaba por entonces) de la producción, de forma que una vez implantados se puediese sustituir al operario, como había pasado recientemente con la «revolución informática«?

Esta sospecha retrasó el éxito final de los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad, pero a medida que las empresas los fueron incorporando, se pudo comprobar que era la mejor forma de hacer tomar conciencia a los operarios de la importancia social de los mismos. Una vez implantados, todo el mundo trabajaba menos porque trabajaba mejor, más seguro de sus acciones. Y por tanto el trabajo adquiría un valor añadido además del precio: el de la calidad y el de la satisfacción por la obra bien hecha, tan importante en el sentimiento de realización personal, como había demostrado recientemente la investigación de los efectos de las drogas en los mecanismos cerebrales.

Con la implantación generalizada de los Sistemas de Aseguramiento de la Calidad, se pudo constatar, mediante el análisis de Pareto, la precisión de un dicho popular nacido en la Época de las Rebajas: lo barato sale caro. Siempre que en un proceso de producción se incorporaban elementos ahorradores, era a costa de deficiencias en alguna parte del proceso que a la larga costaban más de lo que habían ahorrado.

El conocimiento general de esta verdad de forma individualizada, hizo que se pudiese superar el mal endémico de la superexplotación, iniciado en la Revolución Industrial del siglo anterior, y tomar conciencia ecológica de que siempre se produce dentro de un todo, de un contexto que indica qué dirección es la correcta, evitando la paranoia de fantasmas de Control Absoluto por parte del Gran Hermano, que había sido el principal freno a la implantación generalizada de procesos productivos informatizados.

Con todo ello pudimos llegar al Estado Estable que hoy conocemos y en el que tenemos claro que toda la producción, aparte de su fin económico específico, tiene un fin prioritario común: evitar que haya otros mundos, que siempre siempre, están en éste. El mundo es Uno: que exista un Tercer Mundo es un lujo que los humanos no podemos permitirnos; si existe el Tercer Mundo es porque en algún punto del Primero o el Segundo se les roba lo que les corresponde.

adelgado@ddnet.es circa 1992.

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Ponferrada 1953
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